Mis papàs se acostaron pasada la medianoche. Ya era lunes y en cuatro horas él se levantaría para comenzar su sacrificada vida laboral. Eran cerca de las 3 y no fue el reloj despertador el que perturbò sus plácidos sueños, no: una lucecita se dejò ver desde la punta de una linterna y, junto a ella, un arma plateada y cargada, un brazo y un intruso. Sí, a nosotros también nos ocurrió: en la madrugada del 4 de febrero, tres hombres se metieron en nuestra casa. Dos, subieron las escaleras, revisaron mi pieza y segundos despuès los despertaron entre amenazas y revólveres, los ataron de manos y pies y amordazaron. Les pidieron armas, caja fuerte y plata. Se llevaron electrodomésticos y varios billetes. Junto con eso, nos quitaron recuerdos de mi abuela; la seguridad que, pensamos, teníamos en nuestro hogar; nuestro equilibrio. Nos dejaron, a cambio, el criquet con el que forzaron las rejas de la casa, ataques de pánico y de angustia y la certeza de que somos mucho mucho más vulnerables de lo que creíamos... Por la hijadeputez que nos han hecho, les dedicamos esta sentida poesía de Girondo:
Ojalá que los ruidos te perforen los dientes como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarteante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarteen la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni por un solo instante, de lamerle la cerradura.
(en el libro "Espantapájaros")
Sepan entender la necesidad del desahogo virtual... Saludos, mis camaradas. Je.